TAMO EN LA LONA. AYER SE LEYÓ EL VEREDICTO Y LA SENTENCIA

Por Gonza El Secretario lee con solemnidad la sentencia: "...y por las pruebas reunidas y de acuerdo a las constancias de autos y bla, bla, bla … EL CULPABLE... NO SABEMOS QUIEN FUE".

Crimen, violación, homicidio, todo quedò impune. La madre de la victima se desmaya ante la noticia y queda tirada en el suelo. El Secretario corre a socorrerla. ¡Señora! Cuidado con golpearse la cabeza en la caìda ¡Ponganle un expediente, algo, si total estos papeles no sirven para nada! ¡Una ambulancia!! Los acusados, se abrazan, vidurrria, libertad, libertad, libertad, oid mortales la sentencia absolutoria Un abogado indignado le espeta a los jueces ¿Qué hicieron? Y el Presidente del Tribunal le responde como en un monòlogo de Tato Bores: ¿y que quiere? La culpa de todo la tienen los mèdicos que nos mandan unos ADN llenos de numeritos y letritas, que no se entienden nada.

¡Pamplinas! Dijeron los mèdicos, mientras contaban cuantos bonos tenìan por cobrar de las Obras Sociales, la culpa de todo la tiene la policia. Les pedimos muestras de semen e hisopados y nos mandan unos frasquitos que parecen rellenos con yogurt viejo.

Calumnias! Dijo un policia, de esos que primero tiran y después preguntan, la culpa de todo la tienen los fiscales, ya lo dijo el Ministro de Justicia, esto está lleno de vagos que no hacen nada. ¡Falso! Clamaron los fiscales, escudàndose en el gran cùmulo de tareas. La culpa de todo la tiene Magoya. ¡Ridículo! dijo Magoya acostumbrado a estas situaciones. La culpa de todo la tiene Montoto. ¡Cobardes! dijo Montoto que de esto también sabía un montón. La culpa de todo la tiene la gente como vos por escribir boludeces. ¡Paren la mano! Dijo el fantasma de Tato mientras se protegía detrás de un buzón. Yo sé quién tiene la culpa de todo. La culpa de todo la tiene El Otro. ¡EL Otro siempre tiene la culpa!

¡Eso, eso! exclamaron todos a coro. El señor tiene razón: la culpa de todo la tiene El Otro.

Dicho lo cual, después de gritar un rato, romper algunas vidrieras y/o pagar alguna solicitada, y/o concurrir a algún programa de opinión en televisión (de acuerdo con cada estilo), nos marchamos a nuestras casas por ser ya la hora de cenar y porque el culpable ya había sido descubierto.

Mientras nos íbamos no podíamos dejar de pensar: ¡Qué flor de guacho que resultó ser El Otro...!

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